RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

EN BUSCA DE LA MUJER PERFECTA

En la juventud siempre buscaba una mujer; hoy por hoy busco a la mujer. Buscando y buscando la hembra perfecta que acompasara este camino desdeñé la opción de vivir aposentado en la propia vida, yo que tuve tantas veces en la mano poder vivir tranquilo y feliz con el aprobado, con los besos quizá mas sinceros y conformes con afrontar el reto de ser marido más pronto que tarde...

Cansado a veces de morder las esquinas de la ciudad en busca del amor (a ratos no), no de un amor apresurado como tantos de todo a cien, sino del verdadero amor abrigadito que anestesia el giro del mundo y te revuela la barriga de mariposas; le pregunté a mi destino si realmente algún día sería capaz de al menos ofrecérmelo en toda su grandeza, sin miramientos, puro e impoluto. Esa sensación que solo los ancianos que se aman cogiditos de la manita aferrados a un presente ya caduco pueden paladear y describir, debe ser lo más grande de este podrido y maravilloso mundo.

La mujer perfecta no es la más guapa, puesto que hacer un mérito de su belleza sería declarar que no tiene otro mayor. Ella no sabe de caderas de infarto, pero sí de manos de miel que acaricien mi alma como me acarician en la noche la espalda. Sabe tejer una red en torno a mis problemas para en el momento más crítico lanzarlos al mar, lejos de mi alcance, sin que apenas me haya dado siquiera cuenta. La mujer perfecta debe tener melena donde acunar el cansancio, ojos de gata y un fulgor en la mirada que me apacigüe la tarea de sacarle brillo a los días grises.

Es la mujer perfecta la compañera del hombre en su obligación de vivir descontando días, la que le prende un nenúfar del corazón sediento y leva su cuerpo al universo cuando el lecho termina ardiendo en llamas. Sabe mi mujer perfecta del ansia que derramo por las calles en busca de su aroma, de lo frágil de éste cuerpo cuando el suyo asoma sin habernos hablado en la vida, de un modo salvaje, animal y primitivo.

No sé con absoluta certeza si existe la mujer perfecta, pero la mía sí

ANTES DE CAER LA LUNA

Veo los barcos cuando zarpan antes de caer la luna, los veo desde aquí, desde el reposo de la almohada, desde los rayitos que penetran en la persiana; desde el costado izquierdo abandonado del país del Sol perpetuo, de la imperecedera vagancia, de la humildad personal vitalicia.

Veo los barcos cuando van a zarpar desde lo más profundo de esta llanura, cada noche en silencio. Oigo el rumor de las olas, me acaricia la brisa nocturna de las puestas de Sol aun cuando cientos de kilómetros se empeñen en tapiar esa sensación. Huelo las rocas del puerto, husmeo e indago en la costilla de ballena que tapia la cala y admiro la magestuosidad de una luna límpida colgada del cielo magenta tras la mezcolanza de la paleta que regala la tarde a los marinos. Marinos de mi pueblo que, cuando todos duermen, faenan y bajo el temporal arrojan la almadraba y su esperanza a un mar embravecido.

Veo zarpar los barcos de siempre, los que oteo en el horizonte cada vez que saco a mi perra a pasear, los mismos que me dieron conversación de preámbulo en mi primer beso en el puesto de socorro; los mismos que quisimos ver como pateras para luego vociferarlo por las callejuelas y ser alguien por un día.

Los veo zarpar, hoy tambien, como cada noche en este cuarto oscuro, sin saber muy bien por qué los quiero volver a ver, pero los veo. Y mañana, los volveré a buscar. Noche de invierno sombría, el siguiente hermoso día.

MI CANTO


"...Y para decirte cantinelas
De refraneros, milongas y penas
Mejor vestirnos de gala
Porque hoy no espero a esperar la mañana.

Que te acurruque mi canto
Que nos perdamos limando detalles;
Que la pasión a pedradas apague
Tantas luces que espantan de besos las calles.

Que durmiendo a la verita mía
Le pondré zarcillos nuevos a este corazón.
Que sigamos danzando al son de la vida,
Que alguien nos sople mi niña las velas..."

CALOR DE INVERNADERO

Demasiado tabaco para una noche normal, demasiadas miradas vacías de anhelo. Demasiada sorpresa para saber compensarla, demasiados días para un teatro tan obvio. Demasiado vudú para algo tan simple, demasiado corazón avinagrado. Demasiada grandeza para tan poquita cosa, demasiados recuerdos para tanta limosna. Demasiado sincero para plasmarme en palabras, demasiadas calles para tanto olvido impuesto. Demasiado poeta para tanta simpleza, demasiada maleta para tan corto viaje. Demasiadas sábanas para un solo cuerpo, demasiado firmamento para no querer mirarlo. Demasiada nostalgia para ocultarla, demasiados espejos donde mirarme. Demasiados pájaros para una cabeza, demasiado perfume para no embriagarse. Demasiado errante para mostrar firmeza, demasiada tiniebla para verlo claro. Demasiado vértigo para alzar el vuelo, demasiados arañazos en el alma. Demasiado barquito sin timón ni timonel, demasiados aromas de antaño. Demasiadas mariposas muertas en la almohada, demasiado eclipse de besos. Demasiados licores de luna, demasiado calor de invernadero.

PRELUDIO

Hoy no es un día con pretensiones de mejora, simplemente escribo para soltar amarras. Porque no hubo hoy más que ayer (quizá sí), porque tampoco ayer hubo más que el día anterior; pero el otoño comienza su anual pretensión de hojas en el corredor de la muerte de una manera extraña. No suma fuerzas para lograr desprenderse del abigarrado sol estival, colgado aún del techo del mundo, ni parece importarle.

Está como adormecido este otoño ante la calima que continua barriendo las calles de Badajoz, entumecido ante la caravana de cubitos y palas que volverán a acumular polvo en el trastero un año más a la espera de consumir otra nueva primavera. Es tiempo de calma, de tumultos en las avenidas y niños en el cole. De abuelitos en los parques y relojes mañaneros; pero mis chanclas tienen miedo. Pobres chanclas mías de salitre acumulado y arena en el costado, se ve venir la desgracia por más que yo me empeñe en cerrar el armario a la retaila de pulimentadas zapatillas y pantalones largos. Un presagio de lamentos me muerden los pies a estas horas de la tarde; noto como imploran compasión e inspiran lástima como el preludio de lágrima que nunca queremos ver en el pavo de nochebuena. Malditos sean los calcetines que perfuman de suavizante mi habitación al abrir la cajonera, qué piedad van ellos a mostrarle a mis chanclitas de tira fina deshilachada si se mueren por la contundencia de la piel de las botas.

Sigue girando todo, como si nada. Deshago la maleta, preparo la lavadora y me sumerjo en una reconfortante y plácida ducha. Supongo que ahora saldré a dar mi paseo en bici. Ahí afuera sopla el viento, nieto del levante, y las mentes siguen buscando la lucidez perdida en los chiringuitos. Huele a resaca de sangría, tortilla y libertades caducas. Vuelve el rebaño al redil de la oficina, al chiquero de días cortos y su establo de rutinas; al automatismo que nos canjean a fin de mes por un puñado de malditos billetes arrugados... Lloraba triste la flor al cielo del amanecer porque había perdido su gotita de rocío, sin saber que éste había perdido todas sus estrellas.

PA MI RUMBA


"COMO SU PROPIO NOMBRE INDICA, ES UNA ODA A LA MUSICA CON MAYÚSCULAS, Y A LA RUMBA ENTRE MINÚSCULAS COMO FORMA DE REFUGIO ANTE LOS VENDALVALES DE ESTA VIDA NUESTRA. CON ELLA TRATÉ DE REFLEJAR PARTE DE LAS PEQUEÑAS COSAS QUE SIEMPRE OLVIDAMOS PALADEAR Y QUE, A FIN DE CUENTAS, SON LAS QUE REALMENTE NOS QUEDAN."

Sola, mi vida sola, curada de espanto beso y cartera.
Sola esperando sola otra bocanada de primavera.
Bebe de los chiquillos de mala cepa y patio de abril,
Trepa por los rincones, rescata noches que había olvidado.

Pasa la vida, pasa con la promesa de jaulas libres.
Sueños de una bohemia que nunca empeña su condición.
Mueran predicadores, tengo corteza y ramaje,
nidos en las alturas y una luna para los dos.

Y al batir una ola guiñan farolas que me recuerdan quién fui,
ansias de libertad entre palomas
y un abanico a la calor, que pa mi rumba sobran remos
para calmar otro desvelo de promesas si me faltas tú.
Bajo la luz derramá en los temporales, bajo ciénagas y mares,
tumbará la rumba vagabunda mi canción.
Del ala de la voz se cuelga y zarandea,
muerde a lengua libre y paso firme en los colmillos de la madrugada.

Pasa la vida, pasa y quedan tus labios para arrepentirse
lejos de cicatrices donde el olvido nos olvidó.
Bajo la fina sombra que enreda al mundo nos cobijamos,
girando bajo un cielo cansado de perdonar.

AMO EL AMOR DE LOS MARINEROS


Para que nada nos amarre,
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
Para que nada nos amarre,
que no nos una nada.

Amo el amor de los marineros que besan y se van.
Dejan una promesa, no vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera;
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar.

Desde el fondo de ti y arrodillado,
un niño triste como yo nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra,
veré en los tuyos lágrimas un día.

(J.Sabina a Neruda)

PAN Y CIRCO

Cuenta la leyenda que del mundo nunca fue la poesía su motor. El valiente murió en su afán de cambio pero al menos siempre mantuvo el consuelo de ser eternamente respetado por sus convicciones ¿Alguien acaso puede dar más?. La vida es combativa, tanto como para desdeñar los buenos sentimientos entre humanos y entrenarnos socialmente desde el recreo a cabrones; a hijoputas que roben bocadillos y febriles en su empeño nos demuestren a todos que sin desprecio no habrá gloria, muerte al dócil, la vida es dura amigos. Sepan que el cielo es sólo para los listos, propiedad inexpugnable del más zorro; el que de soslayo te escrute y escudriñe frunciendo entrecejo y con suerte te permita pisar su misma acera gruñéndote por tu apariencia de normal. Normal, que término tan tristemente vacuo... El plan es sencillo y conciso desde que el hombre es hombre y la mujer su compañera, sin contemplación aplastemos al débil; descarnemos a jirones al antihéroe, ese que nunca vemos en los reality de televisión. No hay muerte natural, nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y aun si los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida.

Pan y circo en la política como en el amor, a ratos términos tan dispares que únicamente al contemplar a las parejas desde este alféizar de mi ventana aproximo mental y consecuentemente sus estelas (en exceso de un tiempo a esta parte). Todo me cabe en el embrujo de este juego. La violencia inusitada de los caimanes al acecho de un ocelote no dista de la que derrama un gorrión enjaulado cuando llega la feliz ancianita y le encaja su ración de alpiste y agua rancia. Vivimos para exigirnos algo más día tras día; las necesidades más altas ocupan nuestra atención sólo cuando se han satisfecho las necesidades inferiores de la famosa y maldita pirámide de Maslow. Entre autorrealización, reconocimiento y no recuerdo cuantos escalones más oscilan los presentes y futuros de nuestra equívoca generación. Y se van los días, esos sí que no vuelven.

Yo, bohemio de mí, quiero creer que hay algo más que pura mecánica psíquica (racional versan algunos...) en toda esta maraña de desazones; no pueden ser la honestidad o la ilusión combustible que arda dentro de cada ser humano sin repercutir en su ensimismado don del buen hacer.

Cuando miré a la cara éste sábado de un niño regordete jugando en la arena con su amigo a tenis invisible disipé mis dudas entre sus pecas; pronto también se reirán crueles de ellas y él deseará no haber nacido, pero al menos, sé que aún no está todo perdido.