RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

MADRE TIERRA

"La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa".
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán.


Fue vuestra vida un ingenuo devenir de días, la eterna didáctica empírica de los dados sobre mi tablero del mundo, ese que os alimentó desde el principio de los tiempos. Fuisteis tan necios hijos míos… ¿Vosotros? Vosotros no podéis hacer ya nada, o más bien, nunca supisteis hacer nada. Bueno, mejor aún; no quisisteis hacer absolutamente nada cuando aún hubo esperanza. Aferrados a vuestro rol de misántropos granitos en tan magno desierto disteis cada noche de beber a vuestras sedientas conciencias, pero no habéis de confundiros; ni siendo tan estúpidos lograsteis engañarme. Lo sabíais, lo palpabais en vuestros desvelos. Esta canallada fue obra vuestra ¿Por qué anclasteis sino tras mi grito del suelo la mirada? ¿Cómo pudisteis dejarme morir de abandono malditos?

Fuisteis meros contempladores de las colosales crines de la existencia. Divisando apenas la punta del iceberg codiciasteis presurosos los galones, sin pararos siquiera a especular sobre vuestro verdadero papel en el mundo. Devorasteis cada latido de los mares, callasteis las golondrinas hasta tejer vértigo en sus alas… La infame codicia mató a la vida. Vosotros, que en la historia no alcanzasteis más que a huir de la palabra muerte, vinisteis a arrasar mis pulmones y desangrar mis fuentes. Malditos seáis canallas, meditantes de Alejandría y memorias incunables. Diletantes literarios ante la fe de mis montañas y sus piedras eruditas. Diletantes del saber, por deambular ciegos ante mis tesoros y caminar mis senderos clavando banderas. ¿Cómo íbais a mirar adelante sin echar la vista atrás? Y ahora, por fin me habeis hecho llorar insensatos, tanto... Tanto.

Malditos seáis por siempre entusiastas del poder. Malditos seáis por sainar vuestras ciudades, por devorar a tanto hermano… Llorad por la quietud, cuando ya no quede nada.

EL GUIÑO DE LA LUNA

"Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección".
Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) Escritor francés.





¿Y si al final resulta que no puedes vivir sin mí? ¿Adivinas la fatalidad? Sí, no sería tan extraño que de pronto te dieras cuenta de que pasaron los años y continúas sin saber caminar de ninguna otra mano… No hablo ya de andar, ni de acomodar a buen paso la cabeza en otro hombro que no fuese el mío; eso podrías obtenerlo de cualquiera. Yo te hablo de abrirle caminos al mundo.

¿Y si el paladar se te endulza una madrugada al recordarme sonriendo, pero lo callas por el bien…? ¿Sólo por el bien de los dos? Sería tan injusto alimentarse de amistades concertadas si nuestro sino fuese amarnos… Nunca trates de eludir el guiño de la luna cuando asome a tu balcón; yo siempre estuve predestinado a bajarte las estrellas.

¿Y si al final eres tú quien me deja pasar de largo? ¿Y si me enamoro de cualquiera por tu culpa? Sería un equívoco tan descorazonador como robarle todas las mañanas al mundo. Porque, aunque compartida, serías cómplice de cobardía al no haberte acercado esa noche en que ardías de deseo a mi oído, a decirme sin reparo que volviste a temblar arrecida de besos al saberte anhelante de ese… Sabes… Ese gesto tan mío, en la cara de cualquiera. ¿Por qué me dejarías escapar así, de un modo tan… Tan confuso, como si la vida fuera a repetirse? ¿Como si dejando volar libre el tiempo no fuésemos… No fuésemos nunca a envejecer?

Los pájaros se hacen los tontos querida, pero planean conquistar el mundo.

LA BURLA DE LOS SENTIDOS

La levedad de la existencia me sumerge a diario en la misma espiral, el mismo bucle eterno de horas enlazadas a un minutero sin eco de preguntas, sin una sola reflexión hacia la barbarie de seguir consumiendo alientos mirando a las musarañas. ¿Es larga o corta la vida? ¿Da verdadero tiempo a cansarse de vivirla, o agónicamente se nos escapará en un suspiro al final de los días?

Desde la delgada discrepancia que nos ofrecen opiniones contrapuestas, cada vez ando más convencido acerca de que el lenguaje de los milenios no nos ha enseñado nada en absoluto sobre el aprovechamiento propio de la existencia. Ella como tal, en rara ocasión es tomada por la humanidad como el verdadero presente que en sí misma ya supone y, por tanto, acrecentamos la idea de limitarla a un progresivo desvanecimiento de luz, a una opacidad gradual y paulatina a medida que los años van ajando nuestras juventudes, inermes frente a la tempestad que nos suscita adivinar la vejez a la vuelta de la esquina.

La cruel burla de los sentidos es la clave de toda cuestión amigos. Qué sino nos haría deleitarnos en su paladeo cuando tenemos el alma sutil y pecadora; para al día siguiente consumirnos entre oraciones cuando un minuto ya se nos dilata, hasta consumir en su expansión toda una eternidad (Prueben a meditar tal paralelismo embriagados y luego, una plomiza mañana de resaca. Muera el dogma de fe…). Su antagonismo no pasa por el balcón del vecino, sino por la propia azotea, créanme. Nos pasamos toda una supervivencia al completo deshojando margaritas con pétalos de trabajo, de novias, de hijos… Pero al final del camino, uno no puede ser tan inmoral como para exponer su bagaje y contemplar sólo huellas andadas en el camino. Debemos aprender a exprimir la vida hasta que grite, hasta que seamos merecedores de la propia condición del ser humano.

Tenemos la obligación de hacer que el tiempo vuele frenético, apasionado; furioso consigo mismo por no alcanzar a ser más veloz aún. Sólo así podremos serle infiel a la uniformidad del calendario. Sólo así, lograremos abrigar la idea de sentirnos brutal y plenamente vivos.

LA VIEJA ESCUELA

"La multitud no envejece ni adquiere sabiduría: siempre permanece en la infancia".
Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.


Hoy anduve como cada día la playa de invierno de mi pueblo, el cielo cubierto auguraba un peor pronóstico que el finalmente acontecido. Volví a contemplar los acantilados lamidos a olas y las rocas despojadas de arena por los temporales que nos azotaron estas pasadas semanas. La playa sin arena, la que luego ningún turista verá en verano porque los cargueros le remolcarán el sustento para volver a presumir de bandera azul. El cielo volvió a explotar, ardiendo a llamaradas violáceas mientras el horizonte se fundía poco a poco hasta volver a contemplar un infinito azabache totalmente homogéneo.

Subí la cuesta y mis pasos me llevaron hasta el Fernández Pózar, mi colegio de toda la vida. Hacía 15 años desde la última vez que lo pisé, mochila al hombro, hacia un futuro por deshojar. La nostalgia me arrojó contra su puerta y sin remisión, empujé la verja. Es tan complicado contar cómo se te llenan los ojos de días pasados, cómo te duelen… Me detuve un segundo a observar la pista donde me hice mayor, vacía y oscura en la noche, donde tiraba el Albal del bocata cada recreo, donde me escondía de los matones, donde uno nunca tenía tiempo para las niñas porque prefería jugar al fútbol con los colegas. Entré y vi la conserjería de siempre, la biblioteca había cambiado de ubicación. Al fondo el infierno, sin director en el despacho. Vi el hall donde cada año me encargaban siempre pintar los carteles gigantes de las fiestas con témperas de colores porque gané el concurso de cómics. Subí las escaleras con miedo a tocar la barandilla por si el niño que llevo dentro empezaba a llorar, encendí la luz y caminé despacio por todas y cada una de las clases. Los pasillos gritaban silencio, eran demasiado cortos, demasiado bajos; nada cuadraba con las proporciones del recuerdo. Entré en mi aula de 3º, y allí estaba todo. Los pupitres en filas de dos, las perchas, el cuadro de los reyes y el mapa de Andalucía. Pero no estaba Don Juán ni esperaba la campana.

Bajé una de las sillas y con la indecisión de haber soñado tantas veces ese instante, me senté a ver pasar veinte años frente a mis pupilas. Yo inauguré aquel colegio… Fue desbordante observar las paredes de antaño, mirar esa pizarra que cada mañana durante siete horas en otro tiempo era el centro de mi vida, tratar de abstraerme y ser rescatado del presente; verlo todo tan pequeño… Tan, tan pequeño.

Deambulé por el resto, dediqué un guiño paterno a las ventanas donde comencé a soñar con mi futuro, toqué el dibujo de Mafalda en el servicio de las niñas y encendí el gimnasio, que ahora era salón de actos, a pesar de conservar fuera la enorme colchoneta verde y gorda de siempre, la que ansiosa me esperaba tras el potro. Abandoné la sala con la infancia atada a los tobillos y al salir, no tuve valor para despedirme de la fuente del patio.

La escuela sin niños ni maestros se ve pequeña, sabe a tierra en las rodillas, huele a los mejores años del hombre y suena a serie de mediodía. Necesitaba contarlo en caliente, con la imagen aún latente en las pupilas, sin artificio ni retórica engalanada.

Necesitaba volver algún día… Y hoy me hice un poco más viejo.

CARILINDA

"Te amo para amarte y no para ser amado, puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz."

George Sand (1804-1876) Escritora francesa.



Carilinda de ojos marinos y piel de nube, embarcaste en mi vida sin saberlo, sin presentir que de ti quedara prendido aquella mañana, cualquiera de cualquier insustancial domingo.

Tú que subiste con absoluta inconsciencia al velero de mis hazañas, plantaste sin querer en mí ese amor tan fértil como un cielo cubierto de cigüeñas. Tan feliz fue el halo de calor que vino desde Babia, desde los confines del ensimismamiento mismo, que aún conservo a boca llena todas las palomas que en la plaza me regalaron su compañía la noche en que dijiste no.

Carilinda con tez de luna y alondras en el ombligo, volarán presurosas las mañanas de mi vida hasta volver a malcriarme de la mano de tu olvido, tú que siembras sin saberlo cada día otro jardín de mariposas en mi flaco transitar de horas. Sabedor de tu inalcanzable posición de diosa de los mortales, el conformismo de cortar claveles a tus trabas me bastó para alimentarme cada día a la espera de mi próxima vida, esa en que acariciarás mi alma con la mesura de un piano. Los halagos compartidos nunca hablarán de amor en tus labios, pero yo sabré esperar, sabes que lo haré a sabiendas de lo imposible.

Todos los pasillos son tristes porque nadie se queda, el mundo pasa siempre de largo por ellos cegado hacia un destino demasiado inmediato; pero no olvides querida revisar cada recoveco, reparar en lo que nadie repare, mirar hacia donde nadie mire, o tu vida sólo habrá sido la vida de cualquiera. Allí, en ese rinconcito del latido paciente, acurrucado entre el deseo y el reloj, reposará siempre mi ramo de rosas, Casiopea... Y el sueño que tú me pidas.

HAY UN DÍA

"Hay un día, ya veras, que es la hostia. Ese día todo es bueno. Ves a la gente que quieres ver, comes la comida que más te gusta y todo lo que te pasa ese día es lo que quieres que te pase. Si pones la radio la música que sale es tu favorita, si vas a la tele ese día a un concurso lo ganas todo, fíjate bien lo que te digo, todo. Pasa sólo una vez en la vida, por eso hay que estar muy atenta no sea que se te pase. Es como un desvío, como cuando vas por la carretera y hay un desvío, pero a lo mejor vas hablando por el móvil o lo que sea y se te pasa y te jodiste porque ya no puedes volver atrás. Pues ese día es lo mismo, un desvío, y es muy importante porque puedes elegir por donde va a ir, si por ese camino que es nuevo o no. Por eso tenemos que estar muy atentas, muy atentas porque hay muy pocas cosas buenas y si encima se te pasan porque estás hablando por el móvil o pensando en otra cosa sería una mierda, una mierda completa."

Princesas

EN EL NOMBRE DEL PADRE

"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir".
Albert Einstein (1879-1955).


Desplegó sus fauces el mundo y la vida se precipitó al vacío, tembló hasta el mismo cielo, pero no calló ni un ángel…

En 7,3 grados caben demasiados lamentos para acotarlos a simples cifras, sería tan frívolo que por caber, cabría hasta el infierno. Y fue el Caribe, irónico destino vacacional para una tierra sin palmeras ni hamacas, con las escuelas y hospitales que obvian siempre los catálogos de viaje para engrandecer aun más el aura de místico paraíso terrenal que nos evoca Puerto Príncipe.

Volvió a ser un condado de moscas, como siempre ocurre con toda tragedia de este puerco mundo. Volvió a ser certera la fatalidad con la diana de la pobreza más extrema y desgarradora. Volvimos a ver negritos desenterrando mamás de los escombros, no vi temblar a los occidentales que promulgamos Apocalipsis un 11 de Septiembre, yo sólo vi a los mendigos de siempre recoger sus miserias entre polvo de tiza. Volvió a ser de madrugada, cuando la vida calla entre sábanas por un segundo el espanto de sobrevivir otro día más.

Y volvió a ser un siervo eclesiástico, esta vez Munilla. Reconocido incitador al odio hacia gays y lesbianas, el recién nombrado obispo de San Sebastián, que comenzó por aconsejar a los políticos proabortistas que no acudiesen a las iglesias a comulgar porque tal sacramento es incompatible con "desproteger la vida de los inocentes"; quien remangó su sotana y al ser preguntado acerca de la responsabilidad de su Dios benefactor como creador de la obra divina (digo yo, que al igual que no se exime de responsabilidad al cocinero que envenena mi sopa… ¿En qué quedamos? ¿Cuándo hace el mundo y cuando no, a ver…?), comedido y pausado despachó impasible que “existen males mayores”. Para Munilla mucho peor que las muertes, el dolor y el caos instalado en sus devotos, donde los muertos rozan ya los 100.000 (reflexionen acerca de la brutalidad de los ceros) es "nuestra pobre situación espiritual y nuestra concepción materialista de la vida".

“El nuestro es un mal más grande que el que esos inocentes están sufriendo” concluye nuestro amigo. No, no existe umbral para tergiversar, es textual. Tampoco alcanzo calificativo conciso para rematar tan magna desfachatez (aunque en esto último podría tener disfraz un adjetivo bastante locuaz). Dejo mis palabras en vuestras manos una vez más, en vuestros ojos, en todas y cada una de las conciencias de este mundo. La mayor catástrofe en toda la historia de Latinoamérica... Con esto entre los dientes me fue imposible cultivar poesía, me mordí la lengua y se envenenó mi pluma.

Que Dios nos coja confesados

CINTURA DE BOLERO

"La melancolía es la felicidad de estar triste".
Victor Hugo (1802-1885). Novelista francés.


Melancolía tuvo nostalgia de la luna... Y cegó de por vida al poeta.

Melancolía estaba sola, fumando cigarrillos de chocolate en Nunca Jamás. Conservaba su tacto de pétalo en mi memoria, el almíbar de un recuerdo constante, imborrable, inquebrantable. Melancolía estuvo sola y el mundo la miró de soslayo por temor a caer preso de su magnetismo. Todos calibramos el riesgo a invertir en cada bocanada de perfume añejo, nadie está libre de entallarse los dedos con su aura de jazmines y caer mecido en su cuna de ensoñaciones.

Melancolía respiraba pompas de jabón grises, ingrávidas y etéreas flotando en los recovecos de la memoria. Pompas rellenas de casitas nevadas y baúles enmohecidos, recuerdos de carga liviana, pero peso abrumador. Pecadora, con tez de cisne y cintura de bolero, preciosa vestía de plata fina sus enseres, engullendo con voracidad la primavera de los hombres. Bailando tangos alargó su sombra hasta envolver al mundo, tiñendo de sepia la falta de amor; barriendo las barras de los bares con su seductora cortina de humo.

Una mañana desperté entre sus sábanas y por fin comprendí que nunca debiera confundir besos y caricias. Acariciarla me tendió otro puente de retorno. Besarla habría logrado que mi olvido no hiciera más que recordarla.

EL TIEMPO, TODO LOCURA

- Jamás me avisaste y lo sabes. Jamás tuviste golondrinas en los ojos caminando junto a mí, y sabes que siempre supe mirar dentro de tus pupilas. A mi no me puedes engañar, y menos de un modo tan caduco. ¿No alcanzas a entender lo que esto supone para mí…? No hay mayor dolor que el de un tiempo perdido sin sinceridad.

- No digas eso. Yo no podía, no… ¿debía? No se, las cosas han cambiado tanto… Éramos poco más que un par de alocados adolescentes. No entiendo porque te debe preocupar eso a día de hoy. Además, yo le dí tan poca importancia a mi secreto que hasta hoy no caí en la cuenta de regalártelo, poco más que de un modo anecdótico. ¿Cómo iba yo a pensar que te apenaría tanto el…?

- No sigas hablando, o al menos, evita apuñalarme por detrás. Ni siquiera tuve oportunidad de adivinarlo. No tuve ocasión de intuir ese hilo de esperanza en tu mirada, ni tú la soledad del rastro de miguitas de pan que me llevaba cada día hasta tu puerta para cazarte a la salida, planeando otra nueva excusa que darle a tu sorprendido rostro. ¿Sabes? Desde aquel verano tengo un empacho de rosas en la garganta, pero eso tu jamás quisiste verlo. Yo sólo fui el amigo perfecto. Estoy… abotargado de piropos que regalarte, de poemas arrugados y sollozantes en la papelera desde que llegaste aquella noche a mi vida como un ciclón. Como una de esas tempestades bíblicas, me arrasaste por dentro sin preguntar, sin pedir siquiera permiso para embelesarme de un modo tan sutilmente voluntario. ¿Cómo iba yo a saber…? ¿Cómo iba yo a sospechar que uno de tus pestañeos se había posado en mí aquel entonces? No puede ser verdad. Por dios, que no lo sea. Soñé ya tantas veces palabras como éstas, que ahora no me…

- No… No puedo creer que me estés hablando así. Sabes de sobra lo importante que eres para mí. Yo no pretendía dañarte, sólo quise serte sincera, por más demora que la timidez me haya obligado a sopesar todo este tiempo. Sólo te…

- Borraste ese reducto en que guardaba a pedacitos la autoestima, conseguiste arañarme en el alma sólo con el perfil de tu sonrisa, esa que compartías con el mundo. Me anulaste, me anuló hasta tu perfume, llegué a olerlo en todas partes… ¿Y dices que no debería importarme porque haya pasado un mísero puñado de años vacíos por delante de mi vida? ¿Qué habría sido de mí si me hubieras dejado treparte la cintura? Hubiera matado por ti.

- No digas eso, no es justo. Quizás, aunque en su momento hubiera encontrado las fuerzas para confesarme, sólo hubieras sido un mero antojo. Nadie puede asegurarte que…

- No te engañes. Sabes que de haberlo sido, me habrías salvado. Un antojo no es efímero ni perecedero amiga mía. Un antojo es la cicatriz que deja el deseo.

A PRUEBA

"A veces cuando algo sucede, pensamos que no debería haber ocurrido así. Por eso sentimos, cuando muere un ser querido, cuando perdemos unas elecciones, cuando sufrimos cualquier derrota, que todo ha terminado. Y no es verdad. Ése es el principio siempre. Porque la grandeza se alcanza, no cuando todo va bien, sino cuando la vida te pone a prueba. Cuando tienes un gran tropiezo, cuando te decepcionan, cuando la tristeza te invade. Porque solamente estando en lo más profundo del valle, puede saberse lo magnífico que es estar en la cima de una montaña."

Nixon

ABANDONARNOS

Si vas a irte hazlo, pero por favor, hazlo con delicadeza.

Hazlo como vimos alejarse aquella cometa en el cielo azul, pendiendo fantasía y felicidad de tan delicado y fino hilo. Aléjate con la sutileza de palabras calibradas, pero mide la ración de cariño que inviertes en cada una de ellas, porque podrías matarme de pena si palpo el abandono. Piensa que me quedo solo, porque no aspirar a tenerte por completo cada mañana me borra la sonrisa del rostro para el resto de la vida. Necesito seguir aferrado a la idea de conquistarte, es vital para mí y tú no te das cuenta. Abre los ojos, maldita sea.

No intentes salir de mi vida de un modo tan desgarrador, por el simple hecho cobarde de adivinarle trabas al horizonte; porque no podrías irte aunque lo intentases. No lo digo ya por mí, que quedaría deambulando como tantos otros deambulan por las calles mudas, sino por ti, porque sabes que no soportaré esperar ese día en que te arrepientas y yo ya esté lejos, tan lejos de ti, que no pueda regresar a rescatarte. Será demasiado tarde amor. No puedes irte así...

No puedes porque nunca llegaste a ver un atardecer frente al rompeolas sentada en mis rodillas; porque sólo fuimos planes de futuro en nuestros utópicos paraísos mentales. No te vayas. Al menos no de puntillas, porque preferiría entonces que lo hicieras a pedradas contra los cristales en que un día te adiviné. Ódiame, grítamelo en la cara, pero no te vayas tan poco a poco, danzando éste maldito vals… No podemos abandonarnos de un modo tan descorazonador como éste querida. Así, entre sonrisas distanciadas, huyéndonos como el deslizar de una pluma desde el cielo. Viendo cómo nievan tus llamadas.

No es justo amor, yo ni siquiera tuve la oportunidad de bajarte una nube, sólo me diste margen para soñar nuestro primer y único baile. Yo no puedo llegar tarde a tu vida, necesito que lo comprendas porque sin ti… Sin ti todo estará perdido. ¿Para qué van a seguir ahí las estrellas, dímelo? ¿Para qué, maldita sea? No sabes qué quieres pero sin duda sí lo que no quieres. Tú no quieres perderme, te lo dice tu almohada y lo sabes. Sabes que algún día pisarás mis cristales de bohemia… Lo harás el día más inesperado, al vagar un atardecer por la blanda arena que lame el mar, y ya no estaré allí cuando te gires… Ya no estaré.

ESTRELLAS DE ORIENTE

"En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él, y le hará mucha falta."
Pablo Neruda (1904-1973) Poeta chileno.


Hoy fue noche de reyes, el cielo por fin clareó y en mi pueblo todos salieron a emborracharse después de llenarse los paraguas de caramelos con la cabalgata de tractores. Hoy fue noche de reyes y cené melancolía con mi madre y mi hermano, juntitos al abrigo del brasero, procurando no mirarnos en exceso para obviar el recuerdo postrero de pasillos empapelados y zapatitos en la chimenea. Hoy me mordí la lengua ante el mundo que sonríe, salí a la calle y disfruté en los ojos de los enanos, porque sigo cumpliendo años y el niño no crece más allá de mi pecho, henchido ante el nerviosismo de irse a la cama con el duende que nos ata a la vida prendido de los tobillos. Malditas las ganas de asesinar al destino cobarde que me arrancó de cuajo al zagal que yo era... La magia que guardaban mis ojos cuando huían del sueño esperando observar por el resquicio de puerta el manto azul de Baltasar acomodándole el barreño que dejé lleno de agua a su camello, podrido de kilómetros desde un desierto resplandeciente iluminado por una ingrávida estrella fugaz de oriente.

Hoy fue noche de reyes y no abogué por la tristeza que suscita la añoranza, simplemente obvié la marca en el calendario otorgándole su monótona categoría de martes, con su haz de viento y plástico arremolinando las callejuelas. Reparé en la frivolidad del presente, en su devenir de calles atestadas de manos derramando billetes en el mostrador de las perfumerías, como la felicidad embarrada y grisácea del christmas de un preso. Fue la búsqueda frustrada de mis raíces en propiedad, el paseo que hice ayer tarde por los parques a los que ya no acuden mis amigos, por los rincones que para mí siguen desbordando magia sin resignarme a su abandono en forma de carritos y mujeres que hace años ya me cercenaron la alegría.

Hoy fue noche de reyes, aún suscita nerviosismo el sueño de los niños que restan las horas por despertar. Niños que como yo jugábamos en campos de amapolas y trigo, sin mirarle el pedigrí a los renos de papá Noel. Jugábamos entre faldones de camilla sirviendo copitas de anís para colmar la sed de sus majestades, ahí, bajo el río de papel Albal y los lentiscos del portal, justo a la derecha de un árbol saturado de luces intermitentes, ahí me dejaba yo la vida, ahí temía yo el carbón; ahí dejaba yo mi carta y amanecía plagada de regalos, siempre todos los que había pedido, sin excepción, a la verita del barreño azul con agüita para los camellos.

Hoy fue noche de reyes y envidio con nostalgia un pasado que hace demasiado poco me huyó de lejos. Pero conservo de por vida el tacto de la puerta de mi cuarto al despertar, con el corazón restallante al saltar de la cama; pegando el ojo al picaporte por miedo a pillarlos… A veces, sólo a veces; el ser humano es maravilloso.

PECES DE CIUDAD

"Es horrible temer el sitio que una vez amaste. Ver una esquina que antes conocías perfectamente y tener miedo de su sombra, no atreverte a subir unos escalones familiares. Nunca he sabido lo que es vivir con miedo, tener miedo de volver a casa sola, miedo de encontrar polvo blanco en el buzón, a la oscuridad y a la noche.

Tener miedo a la gente... Siempre he creido que el miedo era cosa de los demás, la gente mas débil, nunca lo había sentido. Hasta que ocurrió, y cuando te alcanza sabes que siempre ha estado ahí, al acecho, bajo la superficie de todo cuanto amabas y se te eriza el bello, se te encoge el corazón y ves caminar a la persona que una vez fuiste y te preguntas si volverás a ser esa persona."

La extraña que hay en ti

COGERTE LA MANO

- Ahora que por fin no es primavera, ni hace un día radiante de esos veraniegos que tanto suele gustarle a la gente, quería hacerte una pregunta sin importancia.

- Hombre, pues para no tener importancia, ahórrate el formularla. Malgastar palabras, con la magnitud que puede llegar a alcanzar el orden de sus letras, sería algo torpe por tu parte, ¿no crees?

- Bueno, quizá tengas razón, pero eso en ti, no sería una novedad. El caso, es que llevo demasiado tiempo buscando la razón por la cual me sigo poniendo nervioso cuando sonríes. No sé, supongo que suena algo cursi, pero esa pregunta que quiero hacerte me está llenando los carrillos mientras hablo, y estoy empezando a atragantarme con demasiada frecuencia…

- No entiendo nada, gracias por eso de la sonrisa aunque no depende de mí, ya sabes que yo sólo…

- ¿Quieres casarte conmigo?

- … ¿Perdón?

- La pregunta sin importancia era que si quieres casarte conmigo.

- Pero… Y… ¿Cómo me sueltas esto así, de un modo tan…?

- ¿Impersonal? No cariño, no te confundas. Lo digo por advertirte, por el simple y mero hecho de que una respuesta afirmativa acarrearía despertarte cada mañana conmigo, convivir con mis manías y acostumbrarte sin más remedio a ellas.

- Pero si ni siquiera nos… ¿Conocemos? Es una locura preciosa, pero ya sabes que la…

- Claro que nos conocemos, nos conocemos desde hace ya varias vidas, no estaba en nuestra mano y el destino aquella vez nos separó. Lo digo porque si dices que sí, nunca una sola palabra habrá sido tan importante en tu vida, que sería ya la mía, y quiero que seas al menos consecuente. Has de saber que deberás desterrar la soledad de tu cepillo de dientes si finalmente accedes, decorar la casa a tu antojo porque, al igual que en las comidas, soy mucho más que llevadero, y anclar en el pasado el silencio de la casa, porque eso sí, soy muy ruidoso. No ruidoso de portazos, tienes mi palabra de que en la noche soy un gato, uno de esos ladrones de guante blanco que tanto os gustan a las chicas. Digo ruidoso musical, te pasarás el día entero con el constante tarareo de canciones y la mesa llena de discos, incluso a veces; me emociona tanto una estrofa que rompo a gritarla y… Bueno, ya sabes, soy bastante visceral.

- Pero, no me puedo creer que tú… Bueno, la verdad; estés haciendo esto así, de una manera tan superficial. Creía conocerte tanto que…

- Querida, París vendrá después, después ya vendrán las adulaciones y las poesías. Ya sabes, toda esa parafernalia de las flores y las pasiones desenfrenadas que tanto nos gustan a los artistas. Ahora, de momento, valdrá mucho más que todo el triste oro de éste mundo una mirada sincera de aprobación, no te pido ni si quiera un beso que lo consume, porque sería demasiada responsabilidad para un primerizo. Yo sólo quería cogerte la mano y, cómo ahora, volver a sorprenderte. El día que no lo consiga, nos dedicaremos sólo a amarnos.

CON LA PUNTA DE LOS DEDOS

"Mira dos veces para ver lo justo. No mires más que una vez para ver lo bello."
Henry F. Amiel (1821-1881) Escritor suizo.


Hoy pude abrir mis ojos al despertar y levantar sobre un mullido colchón abrigado de sábanas limpias. Pude reposar el peso de mi cuerpo sobre un par de rodillas que flexionaron a mi antojo para llevarme a la ducha. Allí el agua era mesuradamente tibia y el calefactor barrió cualquier atisbo de frescor al salir de ella. Me tuve enfrente cara a cara conmigo mismo para con mi último modelo de maquinilla seccionarme el asomo de barba, tuve un peine para el desenredo y ropa impoluta sobre la silla. Pude apagar el interruptor porque ya antes mecanicé la cotidianeidad de encender la luz para todo, reparé un segundo en la magia del urbanismo que tanto nos acomoda la existencia y fui condescendiente con las cavernas y la nación sioux. Luego, me avergoncé de tirar de archivo viviendo tan sólo a dos pasos de la nada que cruza el estrecho.

Me dirigí a una nevera con sus perfectos refrigerios y pude elegir envase, por tamaño y color, en forma de sabroso y nutritivo desayuno a la par que giró la lavadora y me volví a conectar con el mundo en las noticias de la tele. Pude gozar de la grandiosidad de contemplar los caños de agua en la ventana desde el sofá, bajo un techo seguro. Pude enjuagar los restos bajo un chorro de agua caliente que, de haber querido, jamás dejaría de fluir. Majestuoso el hecho de tener la gallina de los huevos de oro en tu propia casa, agua para mí, toda cuanta me apetezca derrochar sin dar más pasos que los que separan cocina y salón.

Pude cerrar bajo doble llave mis pertenencias y conducir mi yo a la calle, antes también pude escribir algunos renglones más de mi próxima novela para disfrute de mi propio paladar. Pude gozar del viento en la cara, azotándome la monotonía y desgarrándome las ansias de alzar el vuelo de éste mundo. Pude reír con los amigos, ver el mar y fumarme un cigarrito en la orilla. Pude oír el arrullo del levante, barruntando temporales desde la línea del horizonte acercándose poco a poco, con la parsimonia de quien ve venir irrevocable el espectáculo de cielos iluminados. Pude volver al nido, al abrigo de los míos, pude sonreírle a boca llena a la vida por hacerme sentir una vez más parte del mundo, por intuir ese universo de estrellas que me empequeñecen la soberbia. Por dejarme leer un ratito más; por dejarme disfrutar ésta bocanada de aire, sin añorar unos labios que no llegan.