RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

LO INEVITABLE DEL AMOR


"El amor platónico es como un revólver que manejamos sin darnos cuenta de que, como está cargado, en cualquier momento puede dispararse".

William Somerset Maugam (1874-1965) Escritor británico.

Ella le teme a la charla, lo tosco del mimo, la flor de la noche.

Él le recela hasta al aire que viste el vacío en que han de encontrarse. Sospecha de sí, del fruto callado en lo hondo del alma mientras arrastra sus pasos encogidos hacia la sombra alargada del tiempo pasado. Ella tenue arroja su mirada contra el ventanal de los años, con el miedo agazapado a orillas del querer más puro en busca de aquella que algún día fue, a su lado, de la mano de nadie.

En la penumbra aciertan a vislumbrarse dos cuerpos, parejos en lo confuso del paso. Él le ofrece a lo lejos lo tímido de un saludo valiente, ella sonríe. Sonríe y estalla en pedazos la entereza del universo, en un segundo eterno, en una simple sonrisa que quiebra el firme hasta arrojarlos de nuevo al amor más inevitable. Sostienen el aplomo, la serenidad obligada del mundo presente que encierra hoy sus vidas... y se abrazan. Enlazan contra sí la escarcha de tantas horas penadas. Estrechan al verdugo que los desvió de sí con el amor en vena hacia ninguna parte.

Anudan el cuerpo del otro en un instante, ciñendo las manos al terciopelo de la espalda en que vuelven a zozobrar... Los astros callan. El tiempo se detiene entre sus brazos mientras un tropel de mariposas les desarma en la batalla de abstenerse, de acallarse los latidos que devoran a dentelladas el contacto entre sus pechos en busca del corazón del otro.

Lentas las manos acomodan torpes su contorno a la cintura del otro, mientras un par de caras huyen del reposo del hombro para erguirse una frente a la otra, con el solo aliento que les separa la boca. Él la tiene, insuperablemente bella ante sí, y comenta sobre lo trivial de todo. Ella vacilante percibe vibrar sus dos manos mientras habla de nada... La noche los engulle.

Él travieso despide sus ojos y le entrega su mirada para siempre. Ella quieta lo mira alejarse, perderse entre el gentío mientras el enigma indescifrable que encierra querer no quererse los viste de gala.